El río Dajabón: Más que una frontera hidrográfica
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El petróleo siempre se consideró como el recurso que podría desencadenar la Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, hoy el agua es considerada el “oro del siglo XXI” debido al dramático cambio climático que asedia al planeta. En la medida que la calidad del agua se degrada o disminuye, la cantidad disponible para satisfacer la demanda de la población mundial, su escasez es cada vez mayor, es previsible que se intensificarán los conflictos entre los usuarios y los Estados.
Históricamente, las cuencas de los ríos que atraviesan fronteras políticas han generado conflictos en diversas regiones del mundo, como sucedió en el año 2,500 A.C., donde el uso de las aguas del río Tigris generó conflictos entre las ciudades-Estado de Lagash y Umma –Irak– dando lugar al primer tratado de la historia sobre el agua, finalizando la controversia sobre el uso del agua a lo largo de dicho torrente.
Según la Agencia para la Agricultura y la Alimentación (FAO), desde el año 85 de nuestra era, se han redactado más de 3,600 tratados relacionados con recursos hídricos internacionales, señalando que en los últimos 150 años se han producido 37 desavenencias donde ha habido estallidos de violencia, que a pesar de las complejidades de las mismas relacionadas con el agua siempre pueden ser solucionadas por la vía diplomáticas.
Como aconteció en 1957, tras el acuerdo marco de la Comisión del Río Mekong entre Camboya, Laos, Tailandia y Vietnam, que logró mantener intercambios técnicos y uso de sus aguas, a pesar de la guerra de Vietnam; En 1995, Israel y Jordania, celebraron conversaciones para compartir las aguas del río Jordán; En 1999 se acordó un marco para la cuenca del río Nilo, que involucró a 160 millones de personas distribuidas en 10 países, a fin de lograr una utilización equitativa de los recursos hídricos comunes y distribución equitativa de beneficios, entre otras referencias.
Hacemos este preámbulo, antes de entrar en el análisis de la impactante noticia publicada en diferentes diarios de circulación nacional el pasado 30 de abril, donde resaltaba la construcción de un canal de riego agrícola por parte de Haití, que se abrevaría directamente del río Dajabón o Masacre, acequia que le falta pocos metros para su conexión.
La República Dominicana posee 7 ríos que tienen un recorrido común a lo largo de la región fronteriza con Haití, cuyo cauce sirve como demarcación física-limítrofe entre ambos Estados. En nuestro territorio nacen 5 de estos ríos: Dajabón, Artibonito, Macasia, Arroyo Carrizal y Pedernales, y en el país vecino 2, el río Libón y el arroyo Capotillo.
La línea limítrofe mide exactamente 391 kms 654 mts con 46 cm –392 Kms lineal– cálculo realizado en base a medición directa de los 97 planos del levantamiento fronterizo, hecho por don Ambrosio Álvarez Aybar, quien era el padre del actual canciller de la República.
El 3 de mayo del presente mes, el Listín Diario publicó en primera página, bajo el título HAITÍ CANALIZARÁ RÍO “LE GUSTE O NO” A LA RD, y más que sorprendido, realmente quede incrédulo ante la afirmación desafiante hecha por el vicegobernador del Departamento Noroeste de Haití, Louis Joseph, quien tras hacer la afirmación, pidió comprensión al pueblo dominicano, porque a su juicio esas aguas las necesitan los haitianos. El gobernador haitiano junto a una comitiva de oficiales de la policía y funcionarios de ese país, acudieron el pasado viernes 30 de abril a una reunión convocada por la gobernadora de la ciudad de Dajabón, a fin de buscar una solución al conflicto surgido por el canal que se pretende hacer en Juana Méndez.
Aunque la gobernadora Peña, convocó a la parte haitiana a otra reunión para las 10:00 am del martes 4 de abril, fue oportunamente cancelada por el ministerio de Relaciones Exteriores del país, quien envió una nota diplomática al gobierno haitiano. Es bueno precisar, que los funcionarios haitianos al abandonar la reunión vislumbraron que “no asistirían” al próximo encuentro, reafirmando que el canal se construirá, guste o no a las autoridades dominicanas, y que fue una orden de su presidente Jovenel Moïse.
No pretendo ser erudito en materia de diplomacia, pero el sentido común nos indica que cuando surgen estos tipos de desavenencias entre Estados, los mismos se dilucidan por vía de los canales correspondientes entre las cancillerías de ambos países, en base a los acuerdos existentes y normativas internacionales relacionadas al caso que les compete.
Tal como sucedió, cuando la República Dominicana quería hacer un dique sobre el río Pedernales para aprovechar sus aguas, tuvimos que apelar al “Tratado de Paz y Amistad Perpetua y Arbitraje” firmado el 20 de febrero de 1929, entre la República Dominicana y Haití, que especifica en su Artículo 10: “En razón de que ríos y otros cursos de aguas nacen en territorio de un Estado y corren por el territorio del otro o sirven de límites entre los dos Estados, ambas Altas Partes Contratantes se comprometen a no hacer ni consentir ninguna obra susceptible de mudar la corriente de aquellas o de alterar el producto de las fuentes de las mismas”.
Basado en este articulado, el 9 de febrero del 1978, el Canciller dominicano, vicealmirante Ramón Emilio Jiménez hijo y su homólogo haitiano, Edner Bruts firmaron el acuerdo para construir el “Dique Derivador Internacional sobre el río Pedernales”, cuyas aguas serían de beneficio mutuo para los habitantes de la región de Pedernales y Anse-Á-Pitre.
En tal sentido, ninguno de los dos países puede asumir decisiones unilateralmente sobre los recursos acuíferos comunes ubicados en la línea fronteriza de acuerdo al tratado suscrito entre ambos Estados, de la misma manera como lo hicimos en 1978 para usar las aguas del río Pedernales. ¿Por qué el gobierno haitiano no lo hace del mismo modo? En vez de aventurarse a tomar decisiones que afectarían la buena convivencia, además de perjudicar el río Dajabón a lo largo de sus 55 kms y una cuenca de 858 kms2 de extensión, que afectaría todo un ecosistema hasta su desembocadura en la bahía de Manzanillo.
Es bueno precisar que nosotros al igual que ellos, también necesitamos agua para el consumo humano y la producción agrícola e industrial de la zona de Dajabón, Restauración y Manzanillo, y nunca hemos pretendido represar dicho río en la parte alta de su cuenca. Como Estado, los diferentes gobiernos en el tiempo tomaron las previsiones necesarias de tener las presas de Maguaca y Chacuey, así como la construcción de la presa sobre el río Guayubín, para garantizar energía, el abastecimiento de agua para la población, la agricultura e industria en esa región.
Cualquier decisión al respecto, deberá hacerse sobre la base del consenso y consentimiento mutuo de ambos Estados, que los beneficie de manera equitativa, como sucedió con el Dique Derivador Internacional del río Pedernales, pero jamás fundamentada en imposiciones absurdas, caprichosas o bajo una descabellada pretensión de un gobierno en crisis dentro de un Estado fallido, que pretende crear cualquier situación antagónica con el fin de sostenerse en el poder a como de lugar.
El autor es miembro fundador del Círculo Delta