El PRM y el PLD son quienes tienen que acordar cuándo hay elecciones
Opinionsur.net,
Toda la energía y la capacidad de trabajo de este país deben estar al servicio de la causa suprema de los dominicanos en este momento: defender a la gente del embate del coronavirus Covid-19, pero el laborantismo político no permite esa concentración necesaria.
Aunque el virus sigue mostrando que va a contaminar a decenas de miles de dominicanos de todos los estratos sociales, una parte de la fauna política dominicana, totalmente de espaldas a esa realidad para mirar hacia sus deseos, está afanada en forzar la celebración de elecciones presidenciales y legislativas que expondrían a millones de personas al contagio.
Nunca como ahora las elecciones nacionales han tenido tanta importancia porque estamos en un vacío constitucional hace rato porque la ley sustantiva no prevé que llegue el fin del período presidencial y legislativo sin que se concurra a votación y por lo tanto, no está definido a quién le corresponde asumir el control del poder provisionalmente.
Como la Constitución no arroja luz para resolver esa cuestión dentro del marco de ella, no hay que ser un jurisconsulto para saber que dada la circunstancia de que las elecciones no se van a celebrar en la fecha establecida y muy probablemente tampoco el 5 de julio como ha fijado la Junta Central Electoral (JCE), se impone un pacto político para establecer una fórmula de poder provisional que tome el mando que entregará el 16 de agosto el presidente Danilo Medina.
A lo que los políticos nos tienen acostumbrados en este país es a ver que ellos están por encima del interés nacional y de la “salud de la patria”, por lo que lograr un advenimiento para establecer un poder provisional no será tarea fácil aunque lo que dificulta la celebración de elecciones en su fecha no es un cuartelazo ni una montonera, sino una pandemia que desangra al mundo en todos los órdenes.
Los dirigentes políticos capaces de colocarse por encima de sus ambiciones personales –no tienen diferencias político-ideológicas y mucho menos programáticas- son tan escasos, que si existe alguno su fuerza real es insignificante para hacer variar el curso de los acontecimientos.
Regresó el bipartidismo
Las elecciones municipales celebradas el 15 de marzo pasado arrojaron resultados muy elocuentes que pocos han querido exponer con toda su crudeza.
Esos comicios demostraron que en el año 2020 el bipartidismo ha regresado con fuerza a la política dominicana y los últimos remanentes caudillistas están en bancarrota, aunque siguen cloqueando como pavos después que les cortan la arteria yugular, pero su aleteo solo contribuye a un más rápido desangramiento para morir.
Aunque estaban convocados 7,4 millones de electores a las urnas, solo acudieron 3,6 millones, que representan el 49.1 por ciento. El restante 50.9 por ciento no fue a votar por dos razones obvias: no les simpatizaban los partidos ni sus candidatos por ser todos iguales y más de lo mismo; y no querían contagiarse del Covid-19 que ya estaba en el país.
El voto los coloca en su lugar
De los 3,6 millones de votos emitidos, el Partido Revolucionario Moderno (PRM) fue el que obtuvo el mayor respaldo al alcanzar 1,371,357 sufragios, equivalentes al 39.1 por ciento; el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) entró segundo con 1,184,222, que representan el 33.8 por ciento y los votos nulos que fueron 176,864, igual al 4.8 por ciento del total de votos.
Los demás partidos, en forma particular, obtuvieron votaciones que solo alcanzan para ser bisagras y en la mayoría de los casos, puntillitas para media suela de chancletas.
El partido Fuerza del Pueblo, cuyo dirigente es Leonel Fernández, obtuvo 122,326 votos, lo que equivale al 3.4 por ciento, por debajo del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) que consiguió 174,813, igual al 4.9 por ciento; y del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) que quedó con 143,626, para un porcentaje de 4.1.
Nadie debe olvidar que en las primarias del PLD celebradas el 6 de octubre de 2019, Gonzalo Castillo obtuvo 911,324 votos y Leonel Fernández 884,630.
Los resultados municipales indican que entre octubre de 2019 y marzo de 2020, los seguidores de Gonzalo fueron todos a votar y conquistaron a 272,898 nuevos electores, mientras que de todos los que tenía Leonel en las primarias del PLD, 762,304 simplemente no fueron a respaldar a su partido. ¿Por qué?
Los restantes 19 partidos quedaron por debajo de 50,000 votos cada uno, encabezados por Dominicanos por el Cambio (DxC) que preside Eduardo Estrella, que alcanzó 49,731 (1.4 por ciento) y finalizando con la Fuerza Nacional Progresista (FNP) dirigida por Marino Vinicio Castillo, que cosechó 9,243 votos, que representan el 0.2 por ciento de la votación general.
Hay dos partidos
Esa votación refleja muy claramente que de cada 10 dominicanos que acudieron a votar, 7 lo hicieron por el PRM o el PLD, dejando muy lejos a las demás opciones que concurrieron a las elecciones.
Ese resultado indica que esencialmente son el PRM y el PLD los que tienen que sentarse a abordar la situación electoral y el probable vacío de poder que puede presentarse si la pandemia “prosigue su agitado curso”.
¿Alguien quiere ser Presidente de la República escogido en unas elecciones donde no votará ni siquiera el 30 por ciento de los inscritos? ¡Qué escamoteo!
Falta saber si el PRM seguirá una línea independiente frente a Leonel para el porvenir inmediato como hizo en las dos semanas previas a las elecciones municipales con tanto éxito o se lo colgará a horcajadas sobre el cuello para dificultar un entendimiento con el PLD que garantice un poder provisional para celebrar las elecciones cuando la mayoría de los dominicanos pueda concurrir a las urnas sin peligro de contraer el virus mortal que contagia a un metro de distancia.
Si el PRM no entiende esta realidad y se pone de tonto a amontonar siglas de partidos sin votos para dificultar los pasos prácticos que conduzcan a unas elecciones concurridas, cometerá un error histórico y empujará al país a un callejón sin salida como desearían quienes no quieren que les cuenten sus votos porque caven en una tinaja de un matrimonio sin hijos en El Palo de Sabina, de la cordillera Central.
¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!