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El riesgo de ser periodista

Opinionsur.net,
Guarionex Rosa
Santo Domingo
A raíz de la muerte trágica del veterano periodista Pedro Ventura Santana, el periódico digital Vanguardia del Pueblo publicó un artículo con el título: ¿Qué provoca el suicidio de los periodistas?.

El artículo recuerda que como el caso de Santana, decisiones parecidas habían tomado Carlos Luciano, Enfry Taveras, Mery Sánchez, José Miguel Féliz, Daniel Martich y Alci de la Rosa, para mencionar los casos más conocidos.

El comentario parecía resumir la congoja general que causó entre los periodistas y personas ligadas a la comunicación el reciente suicidio de una persona que en unión a su veteranía le adornaban prendas morales muy relevantes. Pedro Ventura Santana y Danilo Polanco me recibieron en Radio Noticias, de Rahintel en 1966 cuando conseguí en ese noticiario de nivel nacional mi primera posición como reportero, bajo la dirección de un intelectual inolvidable: Héctor Pérez Reyes.

Por el noticiario pasaron muchos periodistas y comunicadores notables como Santiago Estrella Veloz, Julio Cross Veras, fallecido, Milagros Germán Rodríguez, Ramón Puello Báez, Caonabo Díaz Betances, Orlando Martínez, César Rivera Espaillat y Juan Bolívar Díaz entre otros.

Aníbal de Castro, que ahora es un destacado embajador acreditado ante el reino de España, estaba cerca porque entró a la emisora como secretario de doña Olga Bonilla de Catrain, hermana de Pedro Pablo Bonilla, dueño de Rahintel y desde ahí fue al ejercicio pleno del periodismo que ha dejado una fructífera historia.

Con el tiempo cada uno tomó diferente rumbo, unos para periódicos escritos y otros para las emisoras de radio o las relaciones públicas. Santana ejerció el periodismo desde las dos últimas capacidades, siempre desempeñándose bien.

Polanco echó raíces en su puesto principal en la dirección de Prensa del Palacio Nacional, adonde ingresó en el año z1963 antes del derrocamiento del profesor Bosch. Al día siguiente de ese acontecimiento, por su apego a la profesión, se presentó a trabajar normalmente.

Ellos dos, Polanco vive apaciblemente en el retiro de su residencia del ensanche Honduras eran empíricos, lo que en alguna medida apuntaba a una relación mala porque yo era de la segunda promoción de la Escuela de Periodismo de la UASD, por tanto académico.

Sin embargo, eso nunca ocurrió puesto que ambos hombres de la comunicación tenían un buen temperamento, eran trabajadores y me tendieron la mano en todo lo relacionado a poner en práctica lo aprendido en las aulas.

Una cosa es pretender ser periodista solamente por los conocimientos de la academia y otra es enfrentarse al día a día en la redacción. Santana y Polanco le facilitaron a todos los que en esa época llegaron a la emisora las herramientas del trabajo.                    

Buscar explicaciones
Las circunstancias de la pérdida a destiempo de Santana no están claras, pero  escudriñar y explicar su caso sería obra de los siquiatras o de los estudiosos de la conducta, a quienes se pudiera recurrir para desentrañar y dar respuesta a la pregunta de Vanguardia del Pueblo.

Algunos me han recordado que Santana nunca se sobrepuso no obstante no hacerlo notar, de la pérdida de su hermano menor, Enriquillo, un periodista que prometía mucho pero que fue asesinado en circunstancias extrañas.

En el mundo los periodistas más que por el suicidio, desaparecen por obra de las guerras, las adversidades políticas, las dictaduras de cualquier tendencia, modernamente el narcotráfico y lo fatigoso de un trabajo generalmente mal pagado.

Se dice que los profesionales de la conducta que se han aventurado a hablar sobre el problema de los periodistas en el mundo laboral, apuntan al pluriempleo, los trastornos del estado de ánimo, en especial la depresión y las veleidades de los “amigos”, como dice el artículo de Vanguardia.

Los salarios bajos fueron y siguen siendo una constante aunque ahora un periodista entra en el medio escrito, radial o televisado con un salario menor que a mediados de 1960, con pocas vacaciones e iguales exigencias.

Santana trabajó en muchos medios durante cincuenta años pero no tenía fortuna, esperaba una pensión del estado para sobrellevar su carga familiar. Fue honesto en el sentido de que no puso en venta su talento, y en alguna medida, fue olvidado.

El 25 de diciembre del año pasado me escribió un correo nostálgico: “tengo muchos deseos de verte junto a Aníbal y Diógenes. Fueron compañeros de mi primer trabajo de periodismo y yo les tomé mucho afecto, y siempre los tengo presente. A Diógenes se lo dije una vez por esta vía. Sé que ustedes se juntan en una peña los sábados, y yo quiero asistir a una”.

Se refería a de Castro y a Diógenes Céspedes, escritor, lingüista, profesor laureado, y sobre todo, persona impecable en su decencia, de obligada mención en las historias, algunas ya escritas de los años de mediados de 1960 en adelante.

Los periodistas son víctimas al igual que todos los trabajadores dominicanos del desinterés de sus patronos, que en ocasiones y en casos particulares han llegado a presumir que los ingresos que les genera el pluriempleo, a veces cerca de la política, son más que suficientes para que se mantengan con sus necesidades saciadas.

Es una mala percepción porque muchos resguardan su vergüenza. De los reporteros que cubrían el Palacio Nacional durante el régimen de doce años del doctor Balaguer, la mayoría salió pobre tras el término de esa era porque no utilizaron influencias y otros recursos para obtener riquezas.

El caso de Polanco es quizás el más notable por cuanto fue conocido y apreciado por todos los presidentes que pasaron por el solio presidencial hasta recientemente. A su retiro después de tantos años de servicio, le siguió una modesta pensión que no debe cubrirle las necesidades.

Los siquiatras y estudiosos de la conducta verán que menos médicos se suicidan y mucho menos los tricicleros que venden frutas y vegetales, que toman a diario dinero prestado y alquilan los triciclos para recorrer la ciudad ofreciendo precios más bajos que los supermercados; al retornar al anochecer, pagan sus deudas y se van a sus casas conformes

- Por: OPINIONSURSUR - Artículo: El riesgo de ser periodista
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